sábado, 24 de marzo de 2012

... con la violencia del mar, quisiera volver a besar, hasta sangrar...

viernes, 16 de marzo de 2012

¿De quién son los sueños?



Mucho me demoraría en relatar los sueños que tengo. Algunos son bastante imposibles; -para éstos ni las almas positivas podrían dar un atisbo de esperanza-. Mi anatomía, por ejemplo, después de 26 años de mala postura, alimentación intermitente y gustos un tanto dulces, no permitirían que me luciera como bailarina o trapecista. La elasticidad no es mi fuerte, y la coordinación motriz digamos que a veces me desconoce.

Hace tiempo que perdí la voz y el ímpetu de la guitarra. Me fui desinflando de a poco, tal como lo hice con las letras en un minuto. Y no sé si es por la edad, las nuevas responsabilidades o bien sólo porque los sueños cambian, y aquellos que daban brillo en años de infancia hoy no son más que jugarretas, pero ¿por qué tan serios?, ¿por qué todo debe ser tan académico?, ¿no es más exitoso quien tiene motivos todos los días para atacarse de la risa que aquel sin tiempo ni para mirarse al espejo y darse cuenta que sus sueños lo abandonaron hace tiempo?

Me alegro pensando por ejemplo, en una familia. Dos niños (por ahora), primero la Antonia, una niña alegre, preguntona, con aire displicente y respuestas para todo. Después Alonso, un niño más callado, que le guste el fútbol o algún deporte, reflexivo y honesto. Me veo a mí misma teniendo tiempo para verlos crecer, disfrutando de la maternidad. Retomar la guitarra y cantarles canciones de Manuel García o de Víctor Jara en sus cunas. Criar hijos con opinión, indignados ante las injusticias y activos en buscar el bien.

Me inquieto pensando en vivir en otros países, aprender nuevos idiomas, probar platos exóticos. También sería bastante feliz con un restaurant o un café, en que se toquen las canciones que me gustan, donde la gente se reúna a conversar y a arreglar el mundo en torno a un chocolate caliente o un mokachino (mis favoritos). Un restaurant donde hayan platos exclusivos para niños y donde los abuelos recuerden tiempos de juventud en torno a un aroma que les sea familiar.

Quisiera aprender el oficio de la orfebrería, aprender a trabajar en greda, saber coser y hacer mi propia ropa, aprender a bailar ballroom y animar un programa de radio.

Me he dedicado a estudiar tanto tiempo, y lo sigo haciendo, y he descubierto que me encanta ver emerger el conocimiento desde el relato de otros, de sus experiencias y descubrimientos, pero no sólo me gusta eso, también me llena inspirar a otros, ver cómo las personas se van seduciendo de aprender, crear, construir, y participar en eso me deja muy satisfecha.

De mi crianza extraigo la exigencia, el hacer las cosas bien, ser fiel a los valores. Pero tengo miedo, miedo de convertirme en una persona centrada en el éxito, en el reconocimiento. Ser una mujer frustrada, que haga que sus sueños muertos los tengan que cumplir sus hijos. Ser una mujer que un día cualquiera vea que su vida se centró en el trabajo, que no vio crecer a sus hijos, que no se asustó nunca más ante un desafío, que no se inquietó ante un viaje, que nunca aprendió nada más.

Espero que sea lo suficientemente valiente, para vivir mis propios sueños, no aquellos que los otros esperan que viva. Que me esfuerce por buscar ser feliz, que me atreva a revelar las injusticias y que tenga motivos todos los días para atacarme de la risa.