miércoles, 19 de mayo de 2010

Me gusta. No me gusta





















Me gusta, y es saborear el agridulce de un helado.

No me gusta, y es la aspereza del ajenjo con su amargo.
Me gusta, y es la frescura de caminar por la fresca hierba.
No me gusta, y es lodo pegajoso, que me cansa y desalienta.
Me gusta, y el reloj fugaz no espera a mi regocijo.
No me gusta, y apuro a las horas, a que pase su desatino.
Me gusta, y es un padre corriendo con su hija hacia la escuela.
No me gusta, y es un niño pidiendo monedas en las veredas.
Me gusta, y son las teclas de un piano repitiendo sus melodías
No me gusta, y son los gritos de la gente como bocinas.
Me gusta, y son cuentos relatados con vivos colores
No me gusta, y son grises historias de penosos sinsabores.
Me gusta, y es tu risa luego de las cosquillas.
No me gusta, y es el llanto sufriente de tus heridas.





viernes, 14 de mayo de 2010

Pusilánime
















No tengo ganas de escribir. Ni siquiera en ese hermoso diario que me regalaron. Es como si la música ya no pudiera penetrar y sacarme esas cosas que tengo guardadas hace tiempo (tanta cosa que guardo también). Bueno, debe ser porque se amontonaron mucho y no dejan encontrar las fantasías y los sueños. No quisiera encontrarme así; tan cansada, con tanto sueño, como si en lugar de caminar, flotara con el trayecto predefinido.

La última vez que escribí algo que me gustó fue hace mucho tiempo, lo otro sólo fueron palabras casi como órdenes que salían porque no era posible no seguir escribiendo algo.

Y de verdad disfruto de escribir, me encanta, pero considero que últimamente se ha transformado en una urgencia, una necesidad que no sale por los dedos sobre las teclas y se queda en un breve discurso despacito de mi boca, que no encuentra puerto en las letras.

No comprendo. Esto no debiese ser un pesar, un mandato. De siempre escribo por gusto, ni siquiera por ego como aquellos del taller literario aquel que me espantó hace años. Eran muchos pseudo Nerudas, Bécquer y Cortázar, pseudopoetas que hicieron parecer mis escritos como “un buen intento” y me llevaron a amar mi pequeño diario y las notas repentinas que aun guardo. Eran una buena burla a tanto artista de papel, pavos reales sin verdaderas plumas de colores.

Muchas excusas; que no tengo un espacio, un escritorio de mi gusto donde concentrarme a escribir. Que en otro pc no me salen las palabras. Que debo cambiar la música, esta está caduca. Cualquier cosa para no comprender que no tengo ganas no más, que es desmotivación.

De otro modo pienso también que escribir debe ser una disciplina, no puede ser una creación visceral, no es la inspiración un alumbramiento mágico que trae fresquita una idea de esas buenas. Pero si no tengo ganas, ¿qué?

Hasta aquí quedó la idea de mi novela. Hasta aquí quedó volver a escribir ensayos. Hasta aquí quedó… este escrito pusilánime.